Cuando Juan el Bautista vio a Jesús, dijo:

“¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”.

Juan cap. 1, verso 29

Pablo escribe:

“… que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo”.

Romanos cap. 10, verso 9

Pablo también escribe:

“Pero cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia…”.

Tito cap. 3, versos 4-5

Jesús es quien quitó los pecados del mundo. No se menciona ningún ritual humano ni que nos salvemos a nosotros mismos mediante nuestras propias acciones o buenas obras.

Sí, Jesús nos enseña cómo actuar, vivir y amar, y parte de eso implica amar a los demás y amar a Dios. Pero nuestra salvación no depende de nuestras acciones. Depende completamente de lo que Él ha hecho por nosotros.

“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe. Esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios y no por obras, para que nadie se jacte”.

Efesios cap. 2, versos 8-9

Pablo lo expresa de la forma más sencilla posible. Somos salvos por gracia, por medio de la fe en Jesús, no por nuestras propias obras, así que dejemos de inventar que es por nuestras acciones.

Nuestra salvación es obra de Dios. Es un regalo gratuito que nos ha dado. No podemos ganarla haciendo buenas obras, participando de los sacramentos, yendo a la iglesia, rezando o confesándonos.