Dios no nos impone una serie de reglas bajo las que debemos vivir.

Nos gustan los límites porque dan sensación de seguridad. Fácilmente cometemos el error de pensar que nuestra relación con Dios es una lista de cosas a hacer o un conjunto de reglas que debemos seguir. Orar, hacer lo correcto ante Dios, amar a los demás, asistir a la iglesia… y entonces obtenemos la salvación. Pero eso no es lo que la Biblia dice.

«…¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la Ley o por la fe con que aceptaron el mensaje? ¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?”.

Gálatas cap. 3, versos 2-3

La gracia se da a todos los que creen como un regalo gratuito. No la ganamos, y Pablo nos insta a recordarlo. Somos redimidos por Cristo, no por lo que hacemos. Seguir a Cristo no se trata de obedecer reglas.

“Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen, beben o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de sábado. Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo”.

Colosenses cap. 2, versos 16-17

“Si con Cristo ustedes ya han muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si todavía pertenecieran al mundo, se someten a preceptos tales como ‘no tomes en tus manos, no pruebes, no toques’? Estos preceptos, basados en reglas y enseñanzas humanas, se refieren a cosas que van a desaparecer con el uso. Tienen sin duda apariencia de sabiduría, con su afectada devoción, falsa humildad y severo trato del cuerpo, pero de nada sirven frente a los apetitos de la carne”.

Colosenses 2, versos 20-23

Pablo está diciendo que, para quienes siguen a Cristo, las reglas heredadas y las tradiciones culturales ya no son importantes. Seguirlas puede resultar reconfortante, pero no cuentan para nada.

“Y añadió:
—¡Qué buena manera tienen ustedes de dejar a un lado el mandamiento de Dios para mantener su propia tradición!”.

Marcos cap. 7, verso 9

Aquí, Jesús condena a los fariseos por las leyes y reglas que imponen a la gente, supuestamente en nombre de Dios. Esto es exactamente lo que la Iglesia Católica Romana ha hecho a lo largo de la historia. Ha priorizado la tradición y las prácticas por encima de la Palabra de Dios.

“Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la Ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe”.

Filipenses cap. 3, versos 7-9

Pablo nos recuerda la libertad que podemos disfrutar gracias a una fe que depende de Cristo y no de nuestra propia capacidad para obedecer las reglas. Y así es como funciona el evangelio. Declarados justos gracias a Jesús y lo que Él hizo en la cruz, estatus que recibimos por medio de nuestra fe.

“‘Todo está permitido’, pero no todo es provechoso. ‘Todo está permitido’, pero no todo es constructivo”. Y el verso 31: “En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios”.

1 Corintios cap. 10, verso 23

Pablo aborda las preocupaciones de la iglesia de Corinto, específicamente en cuanto a qué debían comer, pero el principio que hay detrás de su respuesta es relevante para nosotros: Aunque no todas las cosas son recomendables, la única “regla” es que todo lo que hagas, hazlo todo en relación con Dios y para su gloria.

Finalmente, en Mateo cap. 17, Marcos cap. 9 y Lucas cap. 9, los escritores relatan cómo Jesús fue a un monte a orar con Pedro, Juan y Santiago. En el monte, se encontraron con Moisés y Elías, quienes conversaban con Jesús. Esta es una demostración más de que Dios es un Dios de relaciones y no de reglas. Moisés y Elías no eran hombres que confesaron sus pecados a través de rituales, sino hombres que tenían una relación con Dios. Conocían a Dios y eran conocidos por Él.

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