En la doctrina católica romana, el sacramento de la reconciliación incluye cuatro etapas del perdón: contrición de corazón, confesión oral, absolución (dada por un sacerdote) y satisfacción o penitencia.

Este proceso de arrepentimiento y confesión de nuestros pecados, seguido de la absolución y la reparación de nuestros errores mediante el pago de una penitencia carece de fundamento bíblico y no fue enseñado por Jesús. De hecho, la Biblia dice lo contrario.

“Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre…”.

Romanos cap. 6, versos 9-10

Jesús murió por nuestros pecados pasados y futuros. No muere repetidamente cada vez que nos confesamos. Se sacrificó una vez para cubrir todos los pecados. No necesitamos confesar continuamente nuestros pecados para recibir ese perdón. No es necesario que un sacerdote confirme nuestra confesión. No tenemos que hacer nada para pagar por nuestro pecado. Jesús ya pagó en nuestro lugar.

“Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús”.

Romanos cap. 8, verso 1

Una vez que hemos entregado nuestra vida a Jesús, no hay necesidad de entrar en ese ciclo de confesiones para purificarnos, porque no hay condenación para los creyentes.

En Juan cap. 8, versos 3-11, una mujer sorprendida en el acto de adulterio es llevada ante Jesús. La multitud le pregunta a Jesús si deben apedrearla por el acto que ha cometido, y Jesús responde: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Mientras la multitud se dispersa lentamente, dejando a la mujer sola con Jesús, Él le pregunta: “Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?”. Ella responde: “Nadie, Señor”. Y Jesús le responde: “Tampoco yo te condeno; ahora vete, y no vuelvas a pecar”.

Las tres cosas que destacan en esta historia son:

1. Jesús vino a salvar, no a condenar.

“Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”.

Juan cap. 3, verso 17

Los creyentes en Cristo deben vivir sabiendo que Jesús ya ha pagado el precio por nuestros pecados y que no hay condenación para quienes creen en Él.

2. Quienes creen en Jesús son perdonados.

Cuando la mujer de esta historia habla con Jesús, lo llama “Señor” (la palabra griega “kyrios”). Varios expertos comentan que al llamar a Jesús “Señor”, reconoce que es el Hijo de Dios. Y, al ver su fe, Jesús la perdonó.

3. Jesús le dice a la mujer “vete, y no vuelvas a pecar”.

Es imposible vivir una vida sin pecado. Incluso Pablo, en Romanos cap. 7, verso 15, menciona que es incapaz de vivir así: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco”.

Entonces, ¿por qué Jesús le dice que haga lo imposible? Porque está hablando a una creyente. Está hablando de una vida de fe en Él. De creer que Él es el que vino a traer perdón. De creer que, mediante su muerte y resurrección, los pecados de todos los que creen serán perdonados.

Sí, háblale a Dios de tu pecado, pero hazlo sabiendo que Jesús ya pagó el precio y que no hay condenación para quienes creen en Él. No tienes que hacer nada para obtener el perdón. Solo cree en Jesús.

También cabe mencionar que las indulgencias y los rituales como visitar un lugar sagrado, recitar una oración prescrita o hacer caridad con tal de expiar los pecados fueron introducidos por la Iglesia Católica Romana en 1095. Esta práctica todavía se enseña erróneamente como una forma de obtener el perdón de Dios.

En conclusión, este proceso de reconciliación (arrepentirse, confesar nuestros pecados, recibir la absolución y compensar nuestras faltas haciendo penitencia) fue creado por la Iglesia Católica Romana. No tiene fundamento bíblico. Al creer en Jesús, recibimos el don gratuito del perdón de nuestros pecados pasados, presentes y futuros.

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