La Iglesia Católica Romana enseña erróneamente que los sacramentos son rituales o canales por medio de los cuales Dios otorga su gracia a las personas y que, al participar de los sacramentos, la persona obtiene la gracia de Dios.

El matrimonio es la unión reconocida formalmente de un hombre y una mujer. En Mateo cap. 19, respondiendo a una pregunta sobre el divorcio, Jesús ofrece una buena descripción de lo que es el matrimonio:

“—¿No han leído —respondió Jesús— que en el principio el Creador ‘los creó hombre y mujer’ y dijo: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos llegarán a ser uno solo’? Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.”

Mateo cap. 19, versos 4-6

Según esta definición, el matrimonio es cuando un hombre y una mujer dejan a sus respectivas familias y se convierten en una nueva entidad como uno solo, juntos ante Dios.

Entonces, ¿de qué forma lo que solo era el proceso de unión entre un hombre y una mujer pasó a verse equivocadamente como una ceremonia donde Dios administra su gracia a las personas?

En el siglo III, los cristianos que seguían las ceremonias matrimoniales que se celebraban en la sociedad civil introdujeron las bendiciones y la eucaristía en las bodas romanas. Para el segundo milenio, los gobernantes europeos habían otorgado a los obispos y a sus asistentes la autoridad para oficiar matrimonios. Y en 1274, la Iglesia Católica Romana incluyó el matrimonio entre los siete sacramentos instituidos por Cristo.

En conclusión, el matrimonio es algo hermoso diseñado por Dios para unir íntimamente a un hombre y una mujer. Jesús asistió a una boda (Juan cap. 2) y usó las bodas como ejemplos en algunas de sus parábolas.

Asimismo podemos concluir que las bodas, la celebración pública de la unión matrimonial, también son buenas.

Sin embargo, la Biblia no dice que Dios use el matrimonio como un modo en que las personas pueden alcanzar su gracia. De hecho, dice lo contrario: que su gracia es un regalo gratuito que no se puede ganar:

“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe. Esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios y no por obras, para que nadie se jacte”.

Efesios cap. 2, versos 8-9

Pablo lo expresa de la forma más sencilla posible: somos salvos por gracia mediante la fe en Jesús, no por nuestras propias acciones. Nuestra salvación es obra de Dios. Es un regalo gratuito dado por él. No podemos ganarla haciendo buenas obras ni participando de los sacramentos.