En nuestra sección “El rol del sacerdote” abordamos por qué ya no necesitamos sacerdotes para acceder a Dios. Desde la muerte y resurrección de Jesús, hemos sido justificados ante Dios, por lo que no necesitamos un sacerdote consagrado que actúe como intermediario entre el hombre y Dios.

Sin embargo, desde que los apóstoles reunieron por primera vez a los creyentes de Cristo, se asignan roles para poder enseñar y guiar a los creyentes en los caminos de Cristo.

Pablo describe estos roles en Efesios cap. 4, versos 11-12: “Él mismo constituyó a unos como apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo”.

El cuerpo de Cristo es otro término para la iglesia. Todos los roles que Pablo describe —apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros— existen con el fin de que la iglesia “ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza…”. Efesios cap. 4, verso 14.

En otras palabras, estos roles se asignan para guiar a la iglesia y enseñarles la Palabra de Dios para que los creyentes no se descarríen siguiendo malas o falsas enseñanzas. Por lo tanto, si bien la ordenación no es un concepto bíblico, los roles de apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro sí se fomentan dentro de las comunidades eclesiales.

En el siglo III se escribió un documento llamado la Tradición Apostólica de Hipólito que describe la ordenación y el ministerio de obispos y diáconos. Estas directrices creadas por el hombre para la ordenación son la base de lo que la Iglesia Católica Romana usa hoy en día.

En el siglo XVI, muchos comenzaron a cuestionar la autoridad otorgada a obispos y sacerdotes, argumentando con justa razón que ese rol no era necesario debido a la muerte y resurrección de Cristo. Decían que, si bien las iglesias necesitaban guía y enseñanza, como también dijo Pablo en Efesios 4, esos roles debían ser asignados por las propias comunidades.

La Iglesia Católica Romana rechazó esa idea y en 1563 (durante el Concilio de Trento) insistió en la práctica de la ordenación, reafirmando así la necesidad de obispos y sacerdotes y respaldando su creencia de que solo quienes son ordenados pueden administrar la eucaristía.

En conclusión, sin duda los maestros y pastores tienen un rol en la iglesia, que es el de guiar y dirigir a la iglesia. Sin embargo, las prácticas y privilegios que la Iglesia Católica Romana ha asignado a quienes son ordenados son anti bíblicos.

Para comprender por qué la Iglesia Católica Romana existe como una estructura jerárquica compuesta por el Papa, los obispos, los sacerdotes, etc., puedes ver la historia de cómo surgió la Iglesia Católica Romana tras la caída del Imperio romano.