La noche antes de ser crucificado, Jesús compartió la cena de la Pascua judía con sus discípulos. Lucas 22, versos 19-22, nos dice lo que ocurrió durante esa cena:
“También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes. Pero sepan que la mano del que va a traicionarme está con la mía sobre la mesa. El Hijo del hombre se irá según está determinado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!”.
Lucas 22, versos 19-22
Los puntos clave a destacar aquí son que Jesús sabía perfectamente que su traición y muerte estaban a punto de ocurrir. Él sabía la importancia que su muerte tendría para la humanidad, y les mostró a sus seguidores algo que podían hacer para recordarla.
Usando el pan y el vino de la cena pascual, les anunció que su cuerpo iba a ser partido y que su sangre iba a ser derramada.
Lee el relato de Mateo sobre la misma escena:
“Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:
—Tomen y coman; esto es mi cuerpo.
Después tomó una copa, dio gracias y se la dio a ellos diciéndoles:
—Beban de ella todos ustedes. Esto es mi sangre del pacto que es derramada por muchos para el perdón de pecados”.Mateo 26, versos 26-28
En ambos relatos vemos que fue Jesús quien partió el pan y quien tomó la copa. Estaba queriendo decir que su cuerpo iba a ser partido y su sangre derramada.
Lo único que podía expiar nuestro pecado era el sacrificio de alguien sin pecado. Su sacrificio traería un nuevo pacto entre el hombre y Dios.
En el relato de Mateo vemos que Jesús ruega a TODOS que entren en este nuevo pacto (de gracia y perdón mediante su muerte y resurrección).
Por tanto, Jesús anticipa lo que está a punto de suceder y pide a sus discípulos que partan el pan y beban el vino para recordar el perdón eterno que tienes aquellos que creen en Él.
Pronto vemos ejemplos de esta práctica…
Al tercer día, después de que Jesús resucitara, dos de sus seguidores, Cleofás y su amigo, iban de camino a Emaús cuando Jesús se les unió y comenzó a caminar con ellos. Dice en Lucas 24, verso 16: “pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados”. Hasta los versos 30 y 31, donde dice: “Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció”. A continuación dice que regresaron corriendo para contárselo a los demás discípulos, y en el verso 35 dice: «Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan”.
En Hechos 2, versos 41-42, Lucas escribe:
“Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas. Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración”.
Hechos 2, versos 41-42
Es evidente que el partimiento del pan, tal como Jesús les había enseñado, para recordar simbólicamente su muerte y resurrección, se ha convertido en parte de su estilo de vida.
Eso también puede verse en Hechos 20, verso 7, cuando Lucas escribe:
“El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan…”.
Hechos 20, verso 7
Cabe señalar que en ninguno de estos casos se menciona que el pan fuera especial ni que se convirtiera en el cuerpo de Cristo. Así como el agua que usaban para bautizar era agua corriente de un mar o lago cercano, el pan que usaban para recordar la muerte de Cristo era pan corriente. La idea de que el pan se convierte en la carne física de Jesús y el vino en su sangre fue introducida por la Iglesia Católica Romana en el Cuarto Concilio de Letrán en 1215. No se encuentra en la Biblia.
Finalmente, en 1 Corintios 11, versos 23-26, Pablo escribe:
“Yo recibí del Señor lo mismo que les transmití a ustedes: Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: ‘Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí’. De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto cada vez que beban de ella en memoria de mí’. Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga”.
1 Corintios 11, versos 23-26
Pablo no solo enfatiza que al partir el pan y beber el vino recordamos la muerte de Cristo, sino que también la proclamamos o declaramos a nosotros mismos y a los demás.
En conclusión, la Biblia deja claro que el acto de “la eucaristía”, partir el pan y beber el vino, es un acto simbólico para recordar lo que la muerte y la resurrección de Jesús hicieron por nosotros. No es una forma de obtener perdón ni de purificarnos del pecado.
Solo Jesús puede purificar nuestro pecado, algo que su muerte hizo de una vez por todas. Jesús no nos purifica en cada eucaristía.