En su forma más simple, orar por los enfermos es algo bueno. Especialmente por aquellos que están en el final de su vida. En esos momentos, muchas personas se abren a la posibilidad de una vida después de la muerte, cosa que puede conducirles a la reconciliación con Dios.

Cuando Jesús envió a los 12 discípulos, Marcos dice:

“Los doce salieron y exhortaban a la gente a que se arrepintiera. También expulsaban a muchos demonios y sanaban a muchos enfermos, ungiéndolos con aceite”. Claramente, Jesús anima a sus seguidores a orar por los enfermos.

Marcos cap. 6, versos 12-13

Santiago reafirma que orar por los enfermos es algo que los creyentes en Cristo deberían hacer. Ver Santiago cap. 5, verso 14: “¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los líderes de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor”.

Debemos señalar dos cosas aquí:

1. El énfasis en que los enfermos “pidan” oración. Santiago anima a los enfermos a clamar a Dios y a depositar su fe en Él en momentos de necesidad.

2. Santiago también anima a los enfermos a ser ungidos con aceite, pero cabe destacar que el aceite se usaba y se usa en Oriente Medio con fines medicinales. La palabra “ungir” en este caso también tiene un significado medicinal. Este texto no es un llamado a que los enfermos sean ungidos con un sacramento y preparados para la muerte. Esta “unción” tiene como propósito la sanación, no la muerte.

En los versos 15 y 16, Santiago dice más:

“La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, sus pecados se le perdonarán. Por eso, confiésense unos a otros sus pecados y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz”.Marcos cap. 6, versos 15 y 16

Santiago nos recuerda en el verso 15 que los creyentes en Cristo deben orar por los enfermos con fe en que Dios puede sanar físicamente a las personas. Sin embargo, la prioridad es que todos experimenten la sanidad que trae arrepentirse de sus pecados ante Dios, ya que esa sanación da lugar a la salvación eterna. La sanación física es temporal, mientras que la reconciliación con Dios es eterna.

La Iglesia Católica Romana introdujo la unción de los enfermos en el Cuarto Concilio de Letrán en 1215, donde se decretó que antes de recetar medicamentos, se debía llamar a un sacerdote para velar por el bienestar espiritual del enfermo. La Biblia nos muestra que esa función no necesita ser desempeñada por un sacerdote, sino que cualquier creyente puede orar por los enfermos.

Pablo también nos recuerda en el verso 16 que la confesión unos a otros tiene que ver con compartir la vida y reconocer públicamente nuestro pecado ante Dios, y no con la enseñanza de la Iglesia Católica Romana de confesar el pecado en privado ante un sacerdote para lograr la absolución, lo cual no tiene fundamento bíblico. Vea más sobre la confesión.