La Biblia no dice que debamos inclinarnos ante objetos religiosos o adorar estatuas. El acto con el que creemos honrar a María, o el uso de una estatua para enfocarnos en Dios, es en realidad desviar la atención del Dios real y tangible al que servimos.

En Hebreos cap. 9, verso 24, el escritor explica que “Por eso Cristo entró …en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro”. Esto significa que Jesús está con Dios ahora. No necesitamos que María actúe como mediadora en favor nuestro ante Dios porque Jesús lo hizo mediante su muerte y resurrección. En ningún lugar de la Biblia dice que María, la madre de Jesús, tras su muerte terrenal se convirtió en mediadora entre el hombre y Dios. Creer que esto es cierto es diluir quién es Jesús y lo que ha hecho.

En el Segundo Concilio de Nicea del año 787 d. C., la Iglesia Católica Romana anima a colocar y honrar imágenes de María y de los santos junto a las imágenes y esculturas de Jesús y de la cruz. El concilio intentó establecer una diferencia entre honrar estas imágenes y adorarlas, pero no lo hace con suficiente claridad y eso explica en parte por qué los católicos romanos adoran a María y a los santos del mismo modo en que adoran a Dios, lo cual no tiene ningún fundamento bíblico.

Pablo dice de Dios:

“El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas… no debemos pensar que la divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano”.
Hechos cap. 17, versos 24-25 y 29

Pablo está diciendo que no debemos limitar a Dios a una estatua o a algo hecho por el hombre.

Él es Dios, Creador del universo, y te invita a hablar con él directamente. No a través de un objeto humano.

“Así dice el SEÑOR de los Ejércitos, el Dios de Israel: ‘¡Junten sus holocaustos con sus sacrificios y cómanse la carne! En verdad, cuando yo saqué de Egipto a sus antepasados, no les dije ni ordené nada acerca de holocaustos y sacrificios. Lo que sí ordené fue lo siguiente: «Obedézcanme. Así yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo. Condúzcanse conforme a todo lo que yo ordene, a fin de que les vaya bien»’”.

Jeremías cap. 7, versos 21-23

Jeremías señala que cuando Dios dio los Diez Mandamientos al pueblo judío, no mencionó sacrificios ni ofrendas que debían realizar. Sin embargo, ahora el pueblo le está dando más importancia a esos rituales que a la obediencia a Dios. Los rituales y las reglas no reemplazan la obediencia a Dios.

“Detesto y aborrezco sus fiestas religiosas; no me agradan sus cultos solemnes. Aunque me traigan holocaustos y ofrendas de cereal, no los aceptaré; no prestaré atención a los sacrificios de comunión de novillos cebados. Aleja de mí el bullicio de tus canciones; no quiero oír la música de tus liras. Pero ¡que fluya el derecho como las aguas y la justicia como arroyo inagotable! Casa de Israel, ¿acaso me ofrecieron ustedes sacrificios y ofrendas durante los cuarenta años en el desierto?”.

Amós cap. 5, versos 21-25

Al igual que Jeremías, Amós vuelve a recordar al pueblo judío que las fiestas religiosas y los sacrificios no son lo más importante a ojos de Dios.